De acuerdo con su condición de ermita humilladero, la de la Soledad es una pequeña, aunque bien proporcionada dependencia, de planta cuadrangular, levantada a la salida del pueblo. Posee una bóveda octopartita, con la clave pintarrajeada. Los nervios descansan en ménsulas angulares, de corte renacentista, ornadas con ovas y gallones. En la plementería, como viene siendo norma, la pintura finge un falso despiezo de sillería. Las costaneras están perforadas por nichos -con proyección hacia el exterior- de sencillos arcos de medio punto, destinados sin duda a cobijar imágenes.
Por fuera, los muros exhiben aparejo de tosca mampostería, excepto en los estribos colocados en los ángulos, en donde se hace uso de sillares bien trabajados. Estos contrafuertes, escasamente resaltados, abandonan ya el diseño gótico, proyectándose a manera de grandes pilastras, que, en perfecta euritmia, enmarcan los muros. En la fachada principal, que mira al pueblo, se abre el doble ingreso de sencillos arcos de medio punto, sostenidos por pilastras. Todavía son visibles en el centro del hastial, los restos de un antiguo porche, que protegía la entrada.
Esta ermita debió de construirse en el segundo cuarto del s. XVI -la tipología de las ménsulas va bien con estas fechas-, quizás a raíz de la erección de la colegiata de Santa María, de esta misma localidad y, a nuestro juicio, como consecuencia de la cláusula, ya comentada al hacer el estudio de la citada colegiata, que ordenaba que, en el lugar ocupado por las antiguas parroquias de Berlanga, se erigiera una capilla u oratorio.
Texto tomado del libro del autor El gótico en Soria (1980), p. 446.

