Al acercarnos a Berlanga de Duero, lo primero que visualizamos es su imponente castillo, situado en lo alto de un cerro rodeado por unas impresionantes murallas.
Se trata de un complejo edificio formado por dos recintos fortificados de diferentes etapas históricas y constructivas, uno de época medieval y el otro de época renacentista. El origen del castillo medieval de Berlanga no está claro, pero las últimas excavaciones arqueológicas nos permiten situarlo en torno a los siglos X-XI como una fortaleza islámica de la que apenas quedan restos visibles y que jugó un importante papel en la frontera con los reinos cristianos. En 1059 Fernando I de Castilla, en una rápida campaña militar en el Alto Duero, consiguió tomar Berlanga, lo que propició que se llevaran a cabo las primeras obras para la reparación y reforma del castillo.
En 1370 Berlanga, que hasta el momento había sido una villa de realengo, pasó a manos de la familia Tovar. Juan Fernández de Tovar, primer señor de Berlanga de este linaje y Almirante de Castilla fue quien llevó a cabo nuevas modificaciones en el castillo, aunque no se sabe con exactitud qué partes fueron intervenidas.
Avanzado el siglo XV Luis de Tovar, junto con su esposa Isabel de Guzmán, promovieron las últimas grandes reformas en el castillo medieval. Principalmente afectaron a la zona palaciega y a la torre del homenaje, en la que colocaron ocho escudos de armas correspondientes a los linajes de sus ancestros.
Tras la muerte de Luis de Tovar, su única hija María de Tovar heredó todo el mayorazgo de los Tovar. Con ella tuvieron lugar los grandes cambios que transformaron toda la villa de Berlanga, incluido el castillo al que dio la apariencia que hoy en día tiene. En 1521-1522 María de Tovar e Íñigo Fernández de Velasco iniciaron la construcción de una nueva fortaleza alrededor del antiguo castillo medieval -que tenían planeado demoler-, que fuera capaz de resistir el envite de la artillería de fuego. Para ello contaron con los ingenieros y maestros de obras más experimentados del reino de Castilla, como el maestro de obras Lope de Isturizaga.
El nuevo Marqués de Berlanga, Juan de Tovar, decidió paralizar las obras de la nueva fortaleza artillera que sus padres habían comenzado años antes conservándose el antiguo castillo medieval, rodeado ahora por la nueva fortaleza artillera inconclusa. Durante todo el siglo XVI y XVII la fortaleza fue perdiendo sus funciones militares y asumiendo otras como las de prisión, archivo o arsenal. Desde finales del siglo XVII comenzó su declive por los continuos saqueos sufridos por las gentes de la villa y por el desmantelamiento de sus estructuras llevado a cabo por los propios Marqueses de Berlanga. Este declive fue agravado tras el incendio que se produjo en el castillo el 20 de abril de 1660, hasta el punto que a finales del siglo XVIII el edificio solo conservaba sus muros. A comienzos del siglo XXI el Ayuntamiento de Berlanga de Duero adquirió todo el conjunto monumental del castillo, murallas, palacio y jardines, iniciándose así la consolidación, restauración y puesta en valor de este magnífico monumento.
La entrada al interior del cerro y el castillo se realiza a través de la torre del palacio, donde se encuentra la oficina de turismo.