Cantar de gesta castellano (c. 1140). Es la más antigua muestra conservada de la épica castellana, de enorme interés literario, lingístico e histórico. Se conserva en un manuscrito único, copiado en 1307 por un tal Per Abbat. Permaneció desconocida hasta 1779, año en que la publicó Tomás Antonio Sánchez. La obra consta de 3.730 versos asonantados. Tras las tesis de Menéndez Pidal de 1961, se supone que en la composición intervinieron dos autores, un juglar de San Esteban de Gormaz y otro de Medinaceli. Atendiendo a su argumento, se distingue tres partes: el Cantar del destierro, el Cantar de las bodas y el Cantar de Corpes.
El Cantar del destierro llega hasta el verso 1.085, y en el se narra cómo el Cid marcha al destierro. Sale de Vivar y pasa por Burgos, donde su sobrino Martín Antolínez consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas, contra entrega de dos arcas en las que creen que El Cid guarda sus tesoros, pero que sólo contiene arena. En San Pedro de Cardeña se despide de su esposa y sale de Castilla hacia tierra de moros. Aliado del rey moro de Zaragoza, realiza varias conquistas y consigue vencer a los moros de Lérida, quienes son ayudados por el conde de Barcelona. Manda un presente al rey Alfonso VI.
En el Cantar de las Bodas, que va hasta el verso 2.277, el héroe se dirige hasta Valencia, que conquista. Envía un nuevo regalo al monarca castellano y le solicita que su mujer e hijas puedan reunirse con él. El rey accede a su petición y le concede el perdón, para arrancarle el consentimiento de las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión que las han pedido en matrimonio. El cantar acaba con los preparativos.
El Cantar de Corpes presenta a los susodichos infantes en Valencia, en la corte del Cid, donde dan muestras de su cobardía, al ocultarse de un león escapado. Son objeto de burla por parte de las gentes del Cid, y piden permiso para trasladarse con sus esposas hasta Carrión. En el viaje se vengan atando a las hijas del Cid en el robledal de Corpes y las maltratan. El Campeador pide justicia al rey por la afrenta, y este convoca cortes en Toledo. El Cid los desafía y les vence. El poema termina anunciando que los infantes reales de Navarra y Aragón solicitan desposarse con sus hijas, doña Elvira y doña Sol.